A finales del verano del 79 d.C., cuando acababa de llegar al trono, tuvo lugar la terrible erupción del Vesubio, que arrasó tres ciudades de la Campania: Pompeya, Herculano y Stabiae. Tito se desplazó a la región para atender a los damnificados por el desastre, y en su ausencia, ya en el año 80, un devastador incendio asoló Roma durante tres días y tres noches, arrasando el Campo de Marte y algunos de los templos más importantes de Roma, incluido el de Júpiter en el Capitolio. El historiador Casio Dión relata que la erupción había llegado acompañada de múltiples prodigios, y que el incendio de Roma parecía de origen divino, por lo que no es de extrañar que todos estos sucesos produjeran un enorme temor en el ánimo de los supersticiosos romanos.
Para compensar unos comienzos tan funestos, Tito inauguró ese mismo año, el 80 d.C., el Anfiteatro Flavio, que su padre le había dejado casi terminado, con unos festejos de tal envergadura, que se contaron entre los hechos más remarcables de su breve reinado. Las celebraciones, en las que se dio muerte a más de 5.000 fieras salvajes, se prolongaron durante semanas. Los romanos contemplaron asombrados enfrentamientos entre elefantes, cacerías de bestias salvajes, en las que para su asombro tomaron parte incluso mujeres, y batallas terrestres y navales, pues el emperador hizo inundar el anfiteatro para que pudieran celebrarse en él naumaquias.
Apenas un año después, el 81 d.C., Tito perdía la vida, según algunos por causas naturales, según otros envenenado por Domiciano, su hermano menor y sucesor. Su prematura muerte llenó de tristeza a los romanos, pero la fortuna le permitió pasar a la Historia como el emperador que inauguró el Coliseo, y las catástrofes naturales no consiguieron oscurecer el breve reinado de este fugaz príncipe, al que Suetonio se refirió como “delicia del género humano”.
sábado, 28 de junio de 2008
Tito y la casualidad
lunes, 23 de junio de 2008
El Coliseo, lugar de reflexión
jueves, 19 de junio de 2008
Coliseo, denominación equívoca
El Coloso de Nerón está considerada como la mayor estatua de bronce jamás construida por el hombre. Plinio el Viejo la atribuye a Zenodoros, escultor de origen griego y especialista en estatuas de gran tamaño. Le atribuye una altura de 119 pies, lo que equivale a más de 35 metros. Citemos a Plinio:
(Zenodorus)...Romam accitus a Nerone, ubi destinatum illius principis simulacro colossum fecit CXIXS pedum longitudine, qui dicatus Soli venerationi est damnatis sceleribus illius principis. Esto es: “llamado a Roma por Nerón, (Zenodoro) hizo un coloso de ciento dieciséis pies de altura con la imagen de ese príncipe, que fue dedicado al culto del Sol por los reprobados crímenes de aquel”.
Como podemos observar estaba dedicada al Sol, Helios en griego, al igual que su modelo, el famoso Coloso de Rodas, una de las siete maravillas de la Antigüedad. Siguiendo a algún autor, el discípulo superó al maestro, pues la altura del de Rodas era de 32 metros. Ninguno de estos colosos ha llegado hasta nosotros. El Colossus Neronis, con su base, alcanzaría casi la altura del entonces llamado anfiteatro Flavio, lo que nos da una idea de su gigantismo. La cuestión que nos planteamos es si el anfiteatro, por sus colosales dimensiones, dio origen al nombre de “Coliseo” o si fue la estatua de Nerón la que lo originó.
La mayoría, por no decir todos, de los libros sobre este edificio dan por sentado que el nombre de Coliseo procede de la enorme estatua colocada por Nerón en el atrio de la Domus Aurea. Dice un reconocido arqueólogo romano que “el nombre de Coliseo, atribuido al anfiteatro en el siglo VIII por primera vez, deriva no de las proporciones de éste, sino de la cercanía de la estatua colosal”.
Sin embargo, lingüistas de reconocido prestigio creen que fueron las propias dimensiones del anfiteatro las que originaron esta denominación. Citemos también a uno de ellos: “Colosal, en latín colossicus, en griego kolossaios. De éste procede el latín colosseus que se empleó sustantivado para designar el grandioso anfiteatro Flavio de Roma (...). El nombre parece explicarse por las dimensiones colosales del edificio y no, como se ha dicho muchas veces, por la estatua colosal de Nerón que se hallaba cerca del edificio.” Como veis, hay opiniones para todos los gustos.
En la Edad Media se pensaba también que el nombre provenía de la pregunta que se hacía a los cristianos ante la gran estatua del dios Sol: Colis eum? ¿lo adoras?, y a quien respondía que sí los soldados del emperador le dejaban libre. Pero esto, evidentemente, no pasa de ser una simpática etimología popular.
domingo, 15 de junio de 2008
El esplendor del Coliseo
Esta semana voy a dedicarla por entero al Coliseo, uno de los principales referentes turísticos de la ciudad y el icono mismo de Roma. En mi opinión, ningún otro monumento evoca con tanta viveza el esplendor de la antigua Roma. Muchas veces he dado la vuelta al edificio imaginando cómo debería ser todo aquello en un día de juegos de hace 19 siglos, con riadas de personas entrando por las 80 puertas con que contaba el anfiteatro, vestidos con sus togas de fiesta y la túnica de los grandes días.
Todavía se pueden ver los números romanos sobre los arcos de piedra del primer nivel, pues las 80 entradas estaban numeradas, para favorecer un llenado y desalojo del edificio rápido y ordenado. Algunos números están tan bien conservados como si aún debieran indicar al público qué entrada deben tomar. Aquí tenéis la número 53.
En torno a los cipos aflora, como veis, un buen trozo del pavimento original, con grandes losas de travertino, las mismas que pisaron los romanos de hace 1.900 años.
Aquí tenéis un dibujito (extraído de nuestra audioguía) que ayuda a entender la funcionalidad de estos cipos. Siempre que imagino los ríos de gente entrando al edificio los veo pasar por entre estos esforzados y sudorosos servidores del anfiteatro.
Todo hace pensar en un grandioso espectáculo cuando se contempla el Coliseo desde el exterior, a pesar de que los vanos de los arcos superiores los veamos hoy vacíos o bien con feos andamios y tubos de cierre, en lugar de los cientos de estatuas clásicas que los adornaban en la antigüedad. Por si aún fuera poco, algunos intentan añadir al lugar un ligero toque de realismo:
miércoles, 11 de junio de 2008
Inauguratio
¡Hola a todos! Hoy me estreno en este blog sobre Roma, y me gustaría “inaugurar” mi participación escribiendo precisamente sobre la etimología de este verbo. Es cierto que las cuestiones filológicas son cosa de José Antonio, pero debo confesar que para mí fue una auténtica sorpresa comprobar que nuestra palabra castellana “inaugurar“ estaba estrechamente relacionada con la cima de la colina del Capitolio, unos sacerdotes de época romana llamados augures, y el vuelo de las aves sobre el cielo de Roma. Es una de esas cosas absolutamente cotidianas que, contra todo pronóstico, esconden detrás una historia fascinante. Pero vayamos ya a la tarea.
Para explicar de donde viene nuestra palabra “inaugurar” tengo que hablaros de los sacerdotes romanos. Cuando un senador resultaba elegido para formar parte de un colegio sacerdotal, y antes de ingresar en la corporación, debía completar una curiosa ceremonia. Acompañado de otro sacerdote, llamado augur, ascendían al Arx, una de las cimas de la colina capitolina, y se colocaban junto al templo de Juno Moneta, más o menos en el lugar que ocupa hoy la iglesia de Santa Maria en Araceli. Como os iba contando, el sacerdote entrante y el augur se situaban en la cima de la colina del Capitolio mirando al este, en dirección al foro. Entonces, el augur dividía el cielo que se abría ante sus ojos en dos mitades, utilizando como eje la vía Sacra que conducía (y conduce todavía hoy) hasta el Coliseo, y observaba cuidadosamente el cielo y el vuelo de las aves. Dependiendo de los fenómenos celestes que se produjeran, y del punto por el que los pájaros aparecieran ante sus ojos, si volaban de izquierda a derecha o a la inversa, así como si emitían algún sonido, el augur determinaba si el sacerdote entrante contaba o no con el beneplácito de los dioses, especialmente de Júpiter, y por tanto, si podía realmente comenzar a ejercer su cargo.
Esta complicada ceremonia, que debían realizar la mayoría de los sacerdotes, recibía en latín el nombre de inauguratio, porque consistía en la realización de una auguratio, una comprobación de la aprobación (o desaprobación) de los dioses hacia una persona, antes de que comenzara su ejercicio como sacerdote. Y de ahí ha pasado a nuestra lengua, y a otras lenguas romances, con el sentido, muy similar, de dar inicio a una actividad con cierta ceremonia o solemnidad propiciatoria.
¿Y a vosotros, también os gusta saber de dónde provienen las palabras que usamos todos los días?
sábado, 7 de junio de 2008
Museos de Roma. Básico
1. MUSEOS VATICANOS. Basta decir que son de los mejores del mundo y que el itinerario termina en la Capilla Sixtina: sólo ella merecería un viaje a Roma. La entrada cuesta 13 euros y hay que esperar colas que pueden superar las 2 horas de duración. Cerrado los domingos, excepto los últimos domingos de cada mes, en que además es gratis.
Calcular 2-3 horas para ver todo bien. Ubicación: Piazza del Campidoglio, repartidos entre los dos palacios laterales y parte del palacio central.
3. PALAZZO MASSIMO ALLE TERME. Para mí supuso un verdadero descubrimiento. Aunque el museo contiene una magnífica estatuaria de época clásica, a mí me fascinaron sobre todo los frescos y los mosaicos romanos que se exponen en los pisos superiores. Algunos están tan bien conservados y expuestos que dan la sensación de encontrarse en una estancia romana del siglo I. Ubicación: a dos minutos de la Piazza della Repubblica, en dirección a Termini.
lunes, 2 de junio de 2008
Transporte público en Roma
Como es sabido, en Roma el metro debe discurrir por debajo del nivel arqueológico, a unos 18 metros de profundidad, para no dañar restos históricos. Pero cada boca de metro debe perforar ese nivel, y ahora mismo la línea C se encuentra en la fase de indagini archeologici preliminari, absolutamente imprescindibles para remover un cubo de tierra en la Ciudad Eterna.
Los autobuses y tranvías son bastante más complicados de utilizar. Existe una página web oficial del Comune de Roma con buena información: http://www.atac.roma.it/. Está en italiano, pero la sección más útil es “Calcola il percorso”, y esa sí está en castellano.
Eterno dilema con los autobuses de Roma es “pagar o no pagar”. Yo jamás he visto revisores en un autobús. Un conocido mío que no sólo los ha visto sino que los ha sufrido me dijo que los revisores, antes de subir al autobús, lo anuncian a bombo y platillo: “atención despistados, que vamos a subir; si no tenéis billete, bajaos del autobús”. Aún así, si te pillan, intentan darte una salida airosa. Eso es, al menos, lo que me dijo mi amigo.
En teoría, la multa es de 50 euros, si pagas al contado, pero ya os digo que podríais coger 200 autobuses antes de encontraros con un amable revisor. En el metro, en cambio, últimamente se han puesto más serios, y es frecuente encontrar controles.