miércoles, 11 de junio de 2008

Inauguratio

¡Hola a todos! Hoy me estreno en este blog sobre Roma, y me gustaría “inaugurar” mi participación escribiendo precisamente sobre la etimología de este verbo. Es cierto que las cuestiones filológicas son cosa de José Antonio, pero debo confesar que para mí fue una auténtica sorpresa comprobar que nuestra palabra castellana “inaugurar“ estaba estrechamente relacionada con la cima de la colina del Capitolio, unos sacerdotes de época romana llamados augures, y el vuelo de las aves sobre el cielo de Roma. Es una de esas cosas absolutamente cotidianas que, contra todo pronóstico, esconden detrás una historia fascinante. Pero vayamos ya a la tarea.

Para explicar de donde viene nuestra palabra “inaugurar” tengo que hablaros de los sacerdotes romanos. Cuando un senador resultaba elegido para formar parte de un colegio sacerdotal, y antes de ingresar en la corporación, debía completar una curiosa ceremonia. Acompañado de otro sacerdote, llamado augur, ascendían al Arx, una de las cimas de la colina capitolina, y se colocaban junto al templo de Juno Moneta, más o menos en el lugar que ocupa hoy la iglesia de Santa Maria en Araceli. Como os iba contando, el sacerdote entrante y el augur se situaban en la cima de la colina del Capitolio mirando al este, en dirección al foro. Entonces, el augur dividía el cielo que se abría ante sus ojos en dos mitades, utilizando como eje la vía Sacra que conducía (y conduce todavía hoy) hasta el Coliseo, y observaba cuidadosamente el cielo y el vuelo de las aves. Dependiendo de los fenómenos celestes que se produjeran, y del punto por el que los pájaros aparecieran ante sus ojos, si volaban de izquierda a derecha o a la inversa, así como si emitían algún sonido, el augur determinaba si el sacerdote entrante contaba o no con el beneplácito de los dioses, especialmente de Júpiter, y por tanto, si podía realmente comenzar a ejercer su cargo.

Esta complicada ceremonia, que debían realizar la mayoría de los sacerdotes, recibía en latín el nombre de inauguratio, porque consistía en la realización de una auguratio, una comprobación de la aprobación (o desaprobación) de los dioses hacia una persona, antes de que comenzara su ejercicio como sacerdote. Y de ahí ha pasado a nuestra lengua, y a otras lenguas romances, con el sentido, muy similar, de dar inicio a una actividad con cierta ceremonia o solemnidad propiciatoria.

¿Y a vosotros, también os gusta saber de dónde provienen las palabras que usamos todos los días?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, Eva. Me gusta tu entrada. Conocer la etimología de las palabras enriquece enormemente nuestro idioma. Pero quisiera saber algo más sobre esos sacerdotes de los que hablas, ¿se llamaban augures porque se pasaban el día haciendo augurios? ¿augurio significaba también para ellos “escrutación del futuro”? Y por último, ¿Qué tipo de sacerdotes eran, a qué dios antiguo servían?

Anónimo dijo...

¡Hola David!
Muchas gracias por tu comentario. Intentaré reponder a tus preguntas, que no son muy fáciles, la verdad, jejeje. No puedo decirte con certeza si el acto de realizar la "auguratio" guardaba relación co el nombre de los augures. Lo que sí puedo decirte es que tanto los augurios como los auspicios (de los que también se ocupaban los augures) no implicaban en modo alguno el conocimiento del porvenir; sólo la aprobación de los dioses de la elección que habían realizado los hombres.
En cuanto a la divinidad a la que servían, la mayoría de lso sacerdotes romanos no estaban encargados del culto a una divinidad, sino de la realización de actos de culto que implicaban a varios dioses del Panteón.
;)
EVA