lunes, 4 de agosto de 2008

Los subterráneos de San Clemente


En San Clemente se encuentran las excavaciones romanas más interesantes a las que tiene acceso un turista sin necesidad de solicitar permisos especiales. Si llegáis hasta la ventanilla donde se despachan los billetes de entrada no lo dudéis: bajad las escaleras y sumergiros en la historia de Roma.

El primer tramo de escaleras conduce hasta el nivel donde se encuentra una iglesia del siglo IV, de la cual -asombrosamente- se había perdido todo rastro documental hasta el siglo XIX. Fue un prior de San Clemente, el padre Mulloony, quien realizó el descubrimiento en 1857. Por eso, una de las primeras cosas que encuentra el turista al comenzar su visita subterránea es el busto de mármol de este monje, de origen irlandés, que con gran precariedad de medios, sin ayuda institucional, tomó la iniciativa de comenzar a excavar bajo el suelo de su iglesia.

Su asombro debió ser mayúsculo al descubrir que San Clemente estaba cimentada sobre los muros de otra iglesia más antigua, que hoy el turista puede ver al descubierto. Con un poco de atención, es fácil analizar la correlación entre las estructuras de ambas iglesias, superior e inferior: el antiguo ábside, las antiguas hileras de columnas reforzadas para soportar el peso... Especial atractivo tienen los frescos medievales de las paredes de la iglesia inferior, algunos en un estado de conservación muy aceptable. Con una buena guía que os permita interpretarlos correctamente disfrutaréis mucho con sus pintorescas historias. En uno de ellos, por ejemplo, se encuentran las primeras palabras escritas en lengua vulgar italiana (a excepción de las llamadas "Cartas de Capua"). Demasiado "vulgar" para ser más precisos, pues comienzan de esta guisa: "Fili dele pute, traite", cuya traducción me parece innecesaria.

Ocho siglos separan la iglesia superior de la inferior, pero todavía podemos descender otros tres más en este viaje por la Historia. Un nuevo tramo de escaleras conduce hasta los edificios que sirvieron de cimiento a la iglesia del siglo IV . El lugar no es menos interesante que el que hemos dejado, y está todavía más envuelto en el misterio: llegamos a una serie de estructuras de la época de Nerón. Allí se puede ver uno de los mitreos mejor conservados de Roma, con los triclinios de piedra donde se recostaban los adoradores de Mitra en sus banquetes rituales. Junto a él, separado por un estrecho pasillo, hay un edificio noble, construido con bloques sillares, que parece ser uno de los primitivos lugares de culto semiclandestino de los cristianos en Roma, antes de que estuviera permitida la construcción de iglesias. Mitraísmo y cristianismo primitivo juntos, en los sótanos excavados de San Clemente.

domingo, 20 de julio de 2008

San Clemente, una visita obligada

A 5 minutos del Coliseo, en dirección a Letrán, se encuentra la iglesia de San Clemente. El monumento no está entre los más populares y conocidos de la ciudad y quizás por eso, por lo que tiene de inesperado, la visita a la iglesia de San Clemente es una de las experiencias más bonitas que muchos se llevan de la Ciudad Eterna.
La iglesia acoge al visitante en un sugestivo ambiente medieval, a pesar de los inevitables añadidos barrocos, que le restan algo de su encanto. Sus dos principales puntos de interés son el mosaico del ábside y la capilla de Santa Catalina.
El mosaico (del siglo XII, como el resto de la iglesia) contiene numerosos elementos arcaizantes, más propios del cristianismo primitivo, y es de una gran belleza plástica. En Roma hay numerosas iglesias con mosaicos de época antigua y medieval, algunos de ellos de gran valor histórico -superior sin duda al que estoy comentando-, pero el de San Clemente, con su armonía geométrica, su alegre colorido y su expresivo simbolismo, tiene para mí un atractivo único.
Impresionante es también la capilla de Santa Catalina, completamente recubierta con frescos durante el primer tercio del siglo XV. Estos frescos tuvieron una significación especial en la Roma de aquella época. Los romanos acababan de salir de uno de los siglos más difíciles de su historia, con los papas residiendo en Aviñón, la ciudad reducida a un estado de increíble abandono, y la Iglesia Católica sumida en un cisma que la dividió en dos durante 40 años. Por fin, con el papa Martín V se resuelve el cisma, el papa regresa a Roma, y decide acometer la reconstrucción y embellecimiento de la ciudad trayendo a los mejores artistas del momento. Todo parecía anunciar la llegada de una nueva época de prosperidad.


Los frescos de esta capilla son el primer soplo del Renacimiento en Roma. En ellos se observan los primeros intentos de dominar la perspectiva y crear espacios realistas, algo que ya estaba experimentándose en otros lugares de Italia, pero que los romanos no habían tenido ocasión de ver. Así es como me gusta contemplar esta capilla cada vez que paso por San Clemente: como uno de los primeros destellos renacentistas en el panorama romano, un anuncio de la llegada de tiempos mejores para una ciudad muy castigada durante la Edad Media. Roma tendría por fin una nueva oportunidad para volver a brillar con luz propia.

En mi próxima entrada os hablaré de las excavaciones de San Clemente, pues justo debajo de esta basílica existe otra más primitiva, y más abajo aún, restos de edificios de los primeros siglos. Un mundo fascinante que todo el mundo puede visitar hoy con facilidad.

sábado, 5 de julio de 2008

El Coliseo y el fin del mundo


El Coliseo, inaugurado por Tito en el año 80 de nuestra era, estuvo activo durante más de 4 siglos. En el año 438 fueron suprimidos en todo el Imperio los juegos gladiatorios (munera), pero el Coliseo siguió utilizándose durante mucho tiempo para espectáculos de cacerías (venationes).

El último espectáculo del que se tiene constancia se celebró en el año 523, en tiempos de bárbaro Teodorico. El viejo edificio se encontraba ya entonces -como tantas construcciones de la antigua capital- muy deteriorado, después de haber sufrido varios terremotos, y el azote de rayos e incendios.

El Imperio Romano había desaparecido hacía casi 50 años, devorado por los bárbaros. La gran urbe, que un día había pasado del millón de habitantes, era una ciudad secundaria y en rápido declive, que se iba despoblando. Objetivo codiciado por los invasores, había sido saqueada una y otra vez. La ciudad se hundía en una época oscura, y todos los esfuerzos de sus habitantes se concentraban en sobrevivir. El colosal anfiteatro se iba quedando aislado, cada vez más lejos de las zonas habitadas.

Siempre he sentido fascinación por el espectáculo de la Roma medieval. La gran urbe, la orgullosa Roma dominadora del mundo, reducida a un gran campo de ruinas deshabitadas. Ninguno de nuestros actuales parques temáticos podrá jamás compararse con este espectáculo: espléndidos edificios desvencijados, enormes escalinatas y plazas porticadas con restos de columnas y estatuas por doquier... testigos de un mundo que se había desvanecido para siempre. Junto al anfiteatro Flavio -la gran estrella de este "parque temático"- se encontraba todavía la estatua colosal de Nerón, de 35 metros de altura.

Es así como pudo contemplarlo en el siglo VIII un famoso monje inglés: Beda el Venerable, el hombre más sabio de su tiempo, actualmente el patrón de los historiadores. Impresionado por la formidable construcción de este edificio formuló su profecía, que se ha hecho famosa:

Mientras permanezca el Coliseo, Roma permanecerá, cuando caiga el Coliseo, caerá Roma, y cuando caiga Roma... caerá también el mundo.

El Coliseo a punto estuvo de caer, pero eso os lo contaré otro día.

sábado, 28 de junio de 2008

Tito y la casualidad

El promotor de la construcción del Colsieo fue el emperador Vespasiano, del que la Historia recuerda, curiosamente, su carácter austero y su tendencia a la tacañería. Sin embargo, el frugal Vespasiano, que gobernó Roma entre los años 69 y 79 d.C., no pudo lograr ver terminado el edificio, cuya inauguración tuvo lugar durante el reinado de su hijo mayor, Tito. Éste fue un emperador extremadamente popular, muy apreciado por los historiadores romanos a causa de su carácter amable y generoso. Lo cierto es que su reinado fue tan breve, que nunca sabremos si el cariño de sus conciudadanos se hubiera extinguido con el paso del tiempo, como ocurrió con tantos otros monarcas de prometedores comienzos. De hecho, el reinado de Tito no es precisamente célebre por las acciones del propio emperador, sino por dos hechos que poco tuvieron que ver con su voluntad.

A finales del verano del 79 d.C., cuando acababa de llegar al trono, tuvo lugar la terrible erupción del Vesubio, que arrasó tres ciudades de la Campania: Pompeya, Herculano y Stabiae. Tito se desplazó a la región para atender a los damnificados por el desastre, y en su ausencia, ya en el año 80, un devastador incendio asoló Roma durante tres días y tres noches, arrasando el Campo de Marte y algunos de los templos más importantes de Roma, incluido el de Júpiter en el Capitolio. El historiador Casio Dión relata que la erupción había llegado acompañada de múltiples prodigios, y que el incendio de Roma parecía de origen divino, por lo que no es de extrañar que todos estos sucesos produjeran un enorme temor en el ánimo de los supersticiosos romanos.

Para compensar unos comienzos tan funestos, Tito inauguró ese mismo año, el 80 d.C., el Anfiteatro Flavio, que su padre le había dejado casi terminado, con unos festejos de tal envergadura, que se contaron entre los hechos más remarcables de su breve reinado. Las celebraciones, en las que se dio muerte a más de 5.000 fieras salvajes, se prolongaron durante semanas. Los romanos contemplaron asombrados enfrentamientos entre elefantes, cacerías de bestias salvajes, en las que para su asombro tomaron parte incluso mujeres, y batallas terrestres y navales, pues el emperador hizo inundar el anfiteatro para que pudieran celebrarse en él naumaquias.

Apenas un año después, el 81 d.C., Tito perdía la vida, según algunos por causas naturales, según otros envenenado por Domiciano, su hermano menor y sucesor. Su prematura muerte llenó de tristeza a los romanos, pero la fortuna le permitió pasar a la Historia como el emperador que inauguró el Coliseo, y las catástrofes naturales no consiguieron oscurecer el breve reinado de este fugaz príncipe, al que Suetonio se refirió como “delicia del género humano”.

lunes, 23 de junio de 2008

El Coliseo, lugar de reflexión


El Coliseo ejerce un extraño poder de seducción. Os decía que la contemplación exterior del monumento permite recrear toda la fastuosidad de la Roma Imperial. La visita a su interior, en cambio, nos asoma al lado oscuro del alma humana.

Una cruz de hierro a la altura de la arena se encarga de recordar que el Coliseo es un lugar de muerte y sufrimiento, donde docenas de miles de personas han perdido la vida sólo para diversión del pueblo. Ningún visitante puede escapar de esta inquietante sensación. Al ver el impresionante graderío, es difícil no imaginar la muchedumbre entusiasmada, pidiendo a gritos la muerte de un gladiador. Y al dirigir la vista hacia los subterráneos, ahora al descubierto y bien oreados, ¿quién puede dejar de evocar el miedo y la angustia de que habrán sido testigos estas lúgubres estancias bajo las tablas de la arena?

Por eso, muchos turistas visitan estas ruinas en silencio, como si estuvieran en Auschwitz, en Hiroshima o en alguno de los grandes santuarios de la humanidad doliente. Algunos, incluso, se alejan de ellas con alivio, como si salieran de un lugar opresivo e inquietante. Pocos monumentos, en efecto, poseen tal capacidad de fascinación, y nos llevan de la mano hasta el corazón de la Antigua Roma, la gran urbe, fascinante e inquietante al mismo tiempo.

Lo que no debemos hacer, en ningún caso, es emitir apresurados juicios de condena. Es una gran ingenuidad y supone una elemental falta de sentido histórico juzgar las culturas antiguas con categorías contemporáneas. Nosotros, como ellos, somos hijos de nuestro tiempo. Y si la fortuna nos hubiera hecho nacer en esa época, seguramente habríamos ocupado nuestro asiento para volver a casa roncos después de una excitante jornada, después de haber apostado por el retiario en contra del secutor.

Una cita de la antigüedad tardía resulta especialmente ilustrativa en este sentido. Es de Agustín de Hipona, que describe bien la fascinación que ejercía este espectáculo, capaz de cautivar el alma de un buen cristiano: su amigo Alipio. Lo cuenta en su famosa obra de Las Confesiones.

Arrastrado al Coliseo por unos amigos en contra de su voluntad, intentó desesperadamente que el espectáculo no rozara su ánimo. Decía a sus amigos que podían empujar su cuerpo, pero no su alma. Así que, instalado en su localidad, Alipio cerró los ojos para mantenerse ausente. Pero no pudo cerrar sus oídos. “Tremendamente alterado por el enorme griterío del público” –cuenta San Agustín- fue vencido por la curiosidad. Entonces abrió los ojos y se sintió herido en su alma por un desgarrón mucho mayor que el que había recibido el gladiador en el cuerpo. “Tan pronto como Alipio contempló aquella sangre no pudo apartar ya sus ojos de ella. Bebió de aquella violencia y sintió el placer de la lucha. Ya no era aquel mismo hombre que acababa de llegar. Era uno del montón, uno más del populacho con que se había mezclado. Se entusiasmó, se desgañitó, y de allí se llevó consigo la locura que le hizo volver al anfiteatro, y arrastrar consigo a otros”.

jueves, 19 de junio de 2008

Coliseo, denominación equívoca

Junto al Coliseo puede verse hoy un parterre cuadrangular ligeramente elevado con un par de escalones, a modo de zócalo, en el cual hay plantados un grupito de encinas. Según indica una inscripción, este cuadrado marca las dimensiones exactas que tenía el pedestal (las ruinas de este pedestal fueron destruidas por orden de Mussolini) de una famosa estatua de época antigua: el Coloso de Nerón, una estatua gigantesca que éste mandó colocar en el atrio de su Domus Aúrea. Basta contemplar las dimensiones de este zócalo, que tenéis en la fotografía, para quedar atónito ante la envergadura que debió alcanzar la estatua.

El Coloso de Nerón está considerada como la mayor estatua de bronce jamás construida por el hombre. Plinio el Viejo la atribuye a Zenodoros, escultor de origen griego y especialista en estatuas de gran tamaño. Le atribuye una altura de 119 pies, lo que equivale a más de 35 metros. Citemos a Plinio:

(Zenodorus)...Romam accitus a Nerone, ubi destinatum illius principis simulacro colossum fecit CXIXS pedum longitudine, qui dicatus Soli venerationi est damnatis sceleribus illius principis. Esto es: “llamado a Roma por Nerón, (Zenodoro) hizo un coloso de ciento dieciséis pies de altura con la imagen de ese príncipe, que fue dedicado al culto del Sol por los reprobados crímenes de aquel”.

Como podemos observar estaba dedicada al Sol, Helios en griego, al igual que su modelo, el famoso Coloso de Rodas, una de las siete maravillas de la Antigüedad. Siguiendo a algún autor, el discípulo superó al maestro, pues la altura del de Rodas era de 32 metros. Ninguno de estos colosos ha llegado hasta nosotros. El Colossus Neronis, con su base, alcanzaría casi la altura del entonces llamado anfiteatro Flavio, lo que nos da una idea de su gigantismo. La cuestión que nos planteamos es si el anfiteatro, por sus colosales dimensiones, dio origen al nombre de “Coliseo” o si fue la estatua de Nerón la que lo originó.

La mayoría, por no decir todos, de los libros sobre este edificio dan por sentado que el nombre de Coliseo procede de la enorme estatua colocada por Nerón en el atrio de la Domus Aurea. Dice un reconocido arqueólogo romano que “el nombre de Coliseo, atribuido al anfiteatro en el siglo VIII por primera vez, deriva no de las proporciones de éste, sino de la cercanía de la estatua colosal”.

Sin embargo, lingüistas de reconocido prestigio creen que fueron las propias dimensiones del anfiteatro las que originaron esta denominación. Citemos también a uno de ellos: “Colosal, en latín colossicus, en griego kolossaios. De éste procede el latín colosseus que se empleó sustantivado para designar el grandioso anfiteatro Flavio de Roma (...). El nombre parece explicarse por las dimensiones colosales del edificio y no, como se ha dicho muchas veces, por la estatua colosal de Nerón que se hallaba cerca del edificio.” Como veis, hay opiniones para todos los gustos.

En la Edad Media se pensaba también que el nombre provenía de la pregunta que se hacía a los cristianos ante la gran estatua del dios Sol: Colis eum? ¿lo adoras?, y a quien respondía que sí los soldados del emperador le dejaban libre. Pero esto, evidentemente, no pasa de ser una simpática etimología popular.

Aquí tenéis una reconstrucción con el Coliseo y su coloso.

domingo, 15 de junio de 2008

El esplendor del Coliseo

Esta semana voy a dedicarla por entero al Coliseo, uno de los principales referentes turísticos de la ciudad y el icono mismo de Roma. En mi opinión, ningún otro monumento evoca con tanta viveza el esplendor de la antigua Roma. Muchas veces he dado la vuelta al edificio imaginando cómo debería ser todo aquello en un día de juegos de hace 19 siglos, con riadas de personas entrando por las 80 puertas con que contaba el anfiteatro, vestidos con sus togas de fiesta y la túnica de los grandes días.

Todavía se pueden ver los números romanos sobre los arcos de piedra del primer nivel, pues las 80 entradas estaban numeradas, para favorecer un llenado y desalojo del edificio rápido y ordenado. Algunos números están tan bien conservados como si aún debieran indicar al público qué entrada deben tomar. Aquí tenéis la número 53.


Me impresiona también la zona donde se encuentran 5 cipos hincados en la tierra: 5 grandes piedras verticales que servían para anclar al suelo las cuerdas que sostenían el velarium, un gran toldo que cubría el Coliseo para proteger a los espectadores contra el sol y la lluvia. Quedan sólo 5 piedras supervivientes de las 160 que en su día sujetaban este enorme parasol.


En torno a los cipos aflora, como veis, un buen trozo del pavimento original, con grandes losas de travertino, las mismas que pisaron los romanos de hace 1.900 años.


Aquí tenéis un dibujito (extraído de nuestra audioguía) que ayuda a entender la funcionalidad de estos cipos. Siempre que imagino los ríos de gente entrando al edificio los veo pasar por entre estos esforzados y sudorosos servidores del anfiteatro.

Todo hace pensar en un grandioso espectáculo cuando se contempla el Coliseo desde el exterior, a pesar de que los vanos de los arcos superiores los veamos hoy vacíos o bien con feos andamios y tubos de cierre, en lugar de los cientos de estatuas clásicas que los adornaban en la antigüedad. Por si aún fuera poco, algunos intentan añadir al lugar un ligero toque de realismo:

miércoles, 11 de junio de 2008

Inauguratio

¡Hola a todos! Hoy me estreno en este blog sobre Roma, y me gustaría “inaugurar” mi participación escribiendo precisamente sobre la etimología de este verbo. Es cierto que las cuestiones filológicas son cosa de José Antonio, pero debo confesar que para mí fue una auténtica sorpresa comprobar que nuestra palabra castellana “inaugurar“ estaba estrechamente relacionada con la cima de la colina del Capitolio, unos sacerdotes de época romana llamados augures, y el vuelo de las aves sobre el cielo de Roma. Es una de esas cosas absolutamente cotidianas que, contra todo pronóstico, esconden detrás una historia fascinante. Pero vayamos ya a la tarea.

Para explicar de donde viene nuestra palabra “inaugurar” tengo que hablaros de los sacerdotes romanos. Cuando un senador resultaba elegido para formar parte de un colegio sacerdotal, y antes de ingresar en la corporación, debía completar una curiosa ceremonia. Acompañado de otro sacerdote, llamado augur, ascendían al Arx, una de las cimas de la colina capitolina, y se colocaban junto al templo de Juno Moneta, más o menos en el lugar que ocupa hoy la iglesia de Santa Maria en Araceli. Como os iba contando, el sacerdote entrante y el augur se situaban en la cima de la colina del Capitolio mirando al este, en dirección al foro. Entonces, el augur dividía el cielo que se abría ante sus ojos en dos mitades, utilizando como eje la vía Sacra que conducía (y conduce todavía hoy) hasta el Coliseo, y observaba cuidadosamente el cielo y el vuelo de las aves. Dependiendo de los fenómenos celestes que se produjeran, y del punto por el que los pájaros aparecieran ante sus ojos, si volaban de izquierda a derecha o a la inversa, así como si emitían algún sonido, el augur determinaba si el sacerdote entrante contaba o no con el beneplácito de los dioses, especialmente de Júpiter, y por tanto, si podía realmente comenzar a ejercer su cargo.

Esta complicada ceremonia, que debían realizar la mayoría de los sacerdotes, recibía en latín el nombre de inauguratio, porque consistía en la realización de una auguratio, una comprobación de la aprobación (o desaprobación) de los dioses hacia una persona, antes de que comenzara su ejercicio como sacerdote. Y de ahí ha pasado a nuestra lengua, y a otras lenguas romances, con el sentido, muy similar, de dar inicio a una actividad con cierta ceremonia o solemnidad propiciatoria.

¿Y a vosotros, también os gusta saber de dónde provienen las palabras que usamos todos los días?

sábado, 7 de junio de 2008

Museos de Roma. Básico


En Roma hay docenas y docenas de Museos, de todo tipo, así que hay que saber seleccionar. En dos brochazos, os diré los cuatro que a mí más me han impresionado, y que considero los mejores:

1. MUSEOS VATICANOS. Basta decir que son de los mejores del mundo y que el itinerario termina en la Capilla Sixtina: sólo ella merecería un viaje a Roma. La entrada cuesta 13 euros y hay que esperar colas que pueden superar las 2 horas de duración. Cerrado los domingos, excepto los últimos domingos de cada mes, en que además es gratis.
2. MUSEOS CAPITOLINOS. Después de los Vaticanos, para mí, los mejores sobre la Roma Antigua. Magnífica colección de retratos clásicos, algunos de ellos conocidísimos por los libros de historia. Contiene otras piezas archifamosas como la loba capitolina, el original de la estatua ecuestre de Marco Aurelio –desde hace un par de años en su nueva ubicación, elegantísima-, el dálmata moribundo, el spinario (ver foto), los colosales restos de la estatua de Constantino...
Una sala que a mí me impresiona siempre mucho es la de los restos del templo de Júpiter. Se ven todavía los enormes sillares de tufo, en una pared colosal; las maquetas y reconstrucciones ayudan a hacerse una idea de lo que fue este impresionante templo, dedicado al padre de todos los dioses. Otro espectáculo maravilloso es la vista que se obtiene del Foro Romano desde el Tabularium: sin duda la más sugestiva.

Calcular 2-3 horas para ver todo bien. Ubicación: Piazza del Campidoglio, repartidos entre los dos palacios laterales y parte del palacio central.

Esta es la sala donde han "resistemato" la estatua ecuestre de Marco Aurelio. Junto a ella están los restos del templo de Júpiter, que veis aquí abajo.


3. PALAZZO MASSIMO ALLE TERME. Para mí supuso un verdadero descubrimiento. Aunque el museo contiene una magnífica estatuaria de época clásica, a mí me fascinaron sobre todo los frescos y los mosaicos romanos que se exponen en los pisos superiores. Algunos están tan bien conservados y expuestos que dan la sensación de encontrarse en una estancia romana del siglo I. Ubicación: a dos minutos de la Piazza della Repubblica, en dirección a Termini.

4. GALLERIA BORGHESE. Colección espectacular de pintura y escultura que no conviene perderse, si uno dispone al menos de 4 ó 5 días en la ciudad. Lo que más me impresiona de este museo son las esculturas de juventud de Bernini. Ubicación: en el gran parque de Villa Borghese, a 25 minutos andando desde Piazza del Popolo.



lunes, 2 de junio de 2008

Transporte público en Roma

El otro día os recomendaba trasladarse siempre a pie, si uno quiere conocer bien la ciudad. Hoy voy a hablaros del transporte público. Lo más cómodo, sin duda, es el metro. Roma tiene sólo dos líneas: A y B, así que todo es muy sencillo. Ahora están construyendo la tercera, la línea C, que atravesará el centro histórico, junto al Campidoglio, Piazza Navona y San Pedro: lugares bastante alejados de las actuales bocas de metro.

Como es sabido, en Roma el metro debe discurrir por debajo del nivel arqueológico, a unos 18 metros de profundidad, para no dañar restos históricos. Pero cada boca de metro debe perforar ese nivel, y ahora mismo la línea C se encuentra en la fase de indagini archeologici preliminari, absolutamente imprescindibles para remover un cubo de tierra en la Ciudad Eterna.
El metro de Roma funciona bien y pasa con mucha frecuencia. Pero en las horas punta está abarrotado y la gente tiene que entrar con calzador. Eso sí, está sucio y lleno de pintadas, excepto los vagones nuevos, que funcionan sobre todo en la línea A. Nada que ver con el metro de Madrid y mucho menos con el de Bilbao. Y hay que tener siempre mucho cuidado con los carteristas.

Los autobuses y tranvías son bastante más complicados de utilizar. Existe una página web oficial del Comune de Roma con buena información: http://www.atac.roma.it/. Está en italiano, pero la sección más útil es “Calcola il percorso”, y esa sí está en castellano.

Eterno dilema con los autobuses de Roma es “pagar o no pagar”. Yo jamás he visto revisores en un autobús. Un conocido mío que no sólo los ha visto sino que los ha sufrido me dijo que los revisores, antes de subir al autobús, lo anuncian a bombo y platillo: “atención despistados, que vamos a subir; si no tenéis billete, bajaos del autobús”. Aún así, si te pillan, intentan darte una salida airosa. Eso es, al menos, lo que me dijo mi amigo.

En teoría, la multa es de 50 euros, si pagas al contado, pero ya os digo que podríais coger 200 autobuses antes de encontraros con un amable revisor. En el metro, en cambio, últimamente se han puesto más serios, y es frecuente encontrar controles.

Los billetes se sacan en los estancos o tabaccherie, establecimientos con una gran T mayúscula que se ven por todos lados. También existen máquinas expendedoras de billetes pero os las desaconsejo: con una frecuencia sospechosamente alta se engullen tu dinero sin dar a cambio ni las gracias. Cuestan 1 euro cada uno, aunque hay bonos para todo el día y para varios días, cuyo precio está calculado para que pienses que te va a salir más barato y en realidad nunca lo amortices. Es mejor comprar billetes individuales. “Cinque biglietti integrati, per favore”, significa que quieres 5 billetes integrados, es decir, que sirven lo mismo para metro que para autobús. Cuando validas el tiquet en los molinetes de entrada al metro, por ejemplo, tienes 75 minutos antes de que caduque, y puedes coger todos los autobuses que quieras con ese mismo billete.

Ya sé que la foto está muy desenfocada, porque está sacada desde el propio autobús, pero no la he tirado porque me hace gracia la campaña: "atención, estamos aumentando los controles", y porque es muy informativa: 101 euros de multa, que se rebajan a 51 si se paga al contado.

viernes, 30 de mayo de 2008

Origen del dicho: "todos los caminos..."

Se trata de una frase hecha que puede encontrarse en muchos idiomas europeos: “All roads lead to Rome”, “Tous les chemins finissent à Rome”, “Tutte le strade menano a Roma”, “Alle Wege führen nach Rom” etc... Curiosamente, no conozco una expresión similar en latín. Tal vez exista y me gustaría averiguarlo.

Como muchas de las frases de este tipo, puede considerarse anónima, si bien existen diferentes interpretaciones en cuanto a su origen y el momento en que aparece. Algunos consideran que pudo surgir al comienzo del imperio y con motivo de la colocación del Miliarium Aureum en el Foro Romano por Augusto en el año 20 a.C., una gran columna donde estaban inscritos los nombres de las principales ciudades de las provincias romanas y la distancia a ellas. Bien podría decirse a la vista de esa columna que todos los caminos llevaban a Roma.

La existencia de mapas como la Tabula Peuntingeriana, s.IV d.C., donde se describen distintos itinerarios entre Roma y sus colonias, pudo haber dado lugar al mismo comentario. En cualquier caso, Roma era el centro del mundo occidental como dueña de un imperio, por lo que era vista como el origen y fin de todos los caminos entonces existentes y con facilidad podría sugerir un dicho semejante.

Esta idea, con toda probabilidad, se reforzó en la Roma de los Papas como cabeza y centro de la cristiandad (caput mundi), apoyada por las peregrinaciones y jubileos.

El sentido actual del dicho, si bien conserva todavía una referencia geográfica, expresa una idea de conciliación y entendimiento: para cada problema planteado se pueden encontrar diversos caminos que conducen a su solución, esto es, a Roma, entendida simbólicamente.

martes, 27 de mayo de 2008

Nuevas firmas en el blog

En mi último post lancé una pregunta a José Antonio. Antes de que conteste voy a aprovechar para presentároslo, a él y a Eva, los dos principales colaboradores en la redacción de la audioguía, que también participarán en este blog. José Antonio, filólogo clásico de formación, es un enamorado del mundo griego y romano, y aunque la vida le ha llevado por otros derroteros, aún sigue leyendo a Tácito en latín y a Tucídides en griego. A él hemos acudido en innumerables ocasiones cuando se trataba de comprobar datos de difícil acceso y revisar las fuentes clásicas. Y es un experto a la hora de encontrar el término exacto, el adjetivo preciso.

Eva, por su parte, es la historiadora del equipo. Especialista del mundo antiguo y gran conocedora de la época Julio-Claudia. Ella se encargará de realizar las entradas sobre la Roma de otras épocas, y nos contará algunas de las mil historias que encierra esta ciudad única en el mundo, ya sea de la época de los césares, cuando pasaba del millón de habitantes, o de los siglos medievales, especialmente oscuros y terribles en la capital del antiguo Imperio.

José Antonio y Eva, bienvenidos al blog.

domingo, 25 de mayo de 2008

Todos los caminos conducen a Roma

La Piazza del Campidoglio (pronunciado “...doio” y no “...doglio”), es la única plaza renacentista que queda en Roma. Y es destino obligado del turista no sólo por el impresionante equilibrio de su arquitectura, obra en buena parte de Miguel Angel, sino por la densidad de significados –antiguos y nuevos- que concentra.

La plaza está situada sobre la colina del Capitolio (Campidoglio), la colina sagrada de la antigua Roma, la morada de los dioses. Esta colina era considerada en la antigüedad el centro del mundo. Aquí, junto al templo de Júpiter, nacían todas las vías que surcaban el Imperio, desde Britania hasta África, desde Hispania hasta Siria Aún hoy sigue siendo el kilómetro cero de las carreteras italianas.

Esta fotografía está tomada en el arranque de la via Appia antica, junto a la puerta de San Sebastián, fuera ya de la muralla. En la placa junto a la columna se puede leer: “QUI SORGEVA LA PRIMA COLONNA MILIARIA DELLA VIA APPIA ORA IN CAMPIDOGLIO”, “aquí se levantaba la primera columna miliaria de la Via Appia, hoy en el Campidoglio”.

En efecto, en la barandilla que da acceso a la plaza por la Cordonata se acumulan varias esculturas: además de los colosos Cástor y Pólux, vemos, entre otros, la columna miliaria traída de la via Appia, para recordarnos este hecho: que acabamos de llegar al punto donde todo confluye. Cuando se dice que “todos los caminos conducen a Roma” se está indicando en realidad que todos los caminos llevan al Capitolio, de donde arrancan todas las vías.

¿Sentís curiosidad por saber cuál es el origen de este dicho, desde cuándo se emplea? Se lo preguntaré a José Antonio, pero tendréis que esperar unos días.



domingo, 18 de mayo de 2008

A pie y bien entrenados

Un consejo general. Roma es una ciudad para recorrer a pie. El 90% de sus monumentos importantes se encuentran dentro de la antigua muralla aureliana y hay tantas cosas para ver que lo mejor es confeccionar, sobre el plano, itinerarios que enlacen uno detrás de otro los distintos puntos de interés. Siempre que podáis, prescindid de metro y autobuses. Muchas de las sorpresas que la ciudad depara al viajero se descubren callejeando, perdidos por la zona medieval o renacentista, al torcer inopinadamente una esquina.

Eso hace que las jornadas romanas sean agotadoras. Consciente de ello, antes de hacer un viaje a Roma, siempre me entreno en el monte los fines de semana previos. Os recomiendo que hagáis algo parecido. Aguantaréis mejor los tutes turísticos y estrujaréis al máximo los pocos días que paséis en la Ciudad Eterna con afán de verlo todo.

Esta columna solitaria, de finales del siglo I, y la sorprendente decoración de la fachada de esta casa se encuentran en una tranquila plazuela, poco conocida, junto a la Piazza Navona.


Monumentales restos de un estancia termal de época de Augusto, en el Campo de Marte. Hay que ir muy atento para no perder estos testimonios de la Roma eterna, que afloran en cualquier rincón de la ciudad.

viernes, 16 de mayo de 2008

Zona de las grandes ruinas. Básico

Además del Vaticano, el otro gran foco de atracción de la ciudad es la zona de los foros: un gran campo arqueológico con ruinas impresionantes, una ventana abierta a la Roma de los antiguos Césares. Todo está muy cerca entre sí. Con este pequeño esquema creo que os podréis aclarar bien, las flechas señalan las entradas a cada parque.


FORO ROMANO***: imprescindible. Es el monumento más impresionante si se visita con una buena guía. Cada piedra tiene su historia y está ligada a los grandes protagonistas de la historia de Roma. Sin guía, sólo se ven columnas rotas y el lugar pierde su encanto. Tiene múltiples puntos de acceso, y la entrada es gratuita.

PALATINO**: la residencia de los antiguos emperadores a partir de Domiciano (siglo I). La visita es prescindible, si ya se ha visto el Foro Romano y uno tiene poco tiempo, a pesar de su gran valor arqueológico (se conserva, por ejemplo, la casa de Augusto y restos de las cabañas de Rómulo, cerrados al público) y de la envergadura imponente de sus estructuras. La entrada cuesta 10 euros, pero vale también para el Coliseo si se va el mismo día.

COLISEO***: auténtico icono de la Roma Eterna. El interior causa gran impacto, no sólo por la monumentalidad del edificio sino por el recuerdo de los espectáculos que albergaban. Mucha gente visita las ruinas en silencio por la impresión que les produce. Atención a un pequeño detalle: si uno ha comprado la entrada en el Palatino (válida para el Coliseo), no tiene que esperar la gran cola, que sirve para sacar la entrada, sino ir directamente a los molinetes de la entrada.

FOROS IMPERIALES**: se ven bien desde fuera, sin necesidad de entrar en su interior. Son: el foro de Augusto (primer emperador), Vespasiano, Nerva y Trajano. Ante cada foro está la estatua del emperador que lo construyó. Hay que añadir el Foro de César, al otro lado de la calle, pegando al Capitolio.

MERCADOS DE TRAJANO**: un regalo inesperado. Su entrada, un poco escondida, sirve para acceder a los Foros Imperiales. Impresiona la calzada empedrada (la mejor conservada de la ciudad, con tiendas de la antigua Roma a ambos lados), y las estructuras intactas por las que uno puede meterse y husmear. El escenario ideal para una peplum.

CIRCO MÁXIMO: sólo queda una gran campa de 600 metros de largo de lo que es, hasta la fecha, el mayor edificio para espectáculos construido por el hombre: el triple aforo que el Nou Camp. Merece la pena acercarse a verlo. Tiene buenas vistas del Palatino. Y viceversa.

martes, 13 de mayo de 2008

San Pedro del Vaticano. Básico

Estos son mis primeros artículos, y quiero empezar por lo más básico. El primer monumento será la Basílica de San Pedro. El Vaticano es todo un universo y hay que dedicarle tiempo. La visita a la basílica y la plaza puede llevarnos fácil unas 3 horas. Es bueno verla despacio, sin prisas, y con una buena guía, si uno quiere enterarse de algo.

Lo mejor dentro de la basílica: el espectáculo del espacio interior, la Piedad de Miguel Ángel, la estatua de San Pedro (ritual obligado, como el saludo al apóstol en Santiago), la visión interior de la cúpula (impactante), el baldaquino de Bernini, el monumento a Clemente XIII de Cánova, el monumento a la Cátedra en el ábside, también de Bernini...

No dejéis de observar una cosa: todo, todo, todo lo que parecen cuadros o frescos... son mosaicos. Acercaos y veréis que hay infinidad de pequeñas teselas. Un día os hablaré de los mosaicos vaticanos. El más espectacular de ellos, para mí, el interior de la gran cúpula cuando se puede contemplar en un día soleado.

Terminada la visita a la basílica, merece la pena visitar:
- Las grutas vaticanas, donde están enterrados los últimos Papas. Un lugar singular, por su recogimiento, aunque no tiene nada especialmente llamativo. Según las épocas del año, la tumba de Juan Pablo II puede tener largas colas.
- Por supuesto, la subida a la cúpula es algo único: en ascensor o a pie, no dejéis de hacerlo, salvo que tengáis claustrofobia. Tiene vistas maravillosas al interior de la basílica y a la ciudad.
- Y por último, la visita a la necrópolis vaticana: muy muy interesante, pero hay que pedir cita previa con bastante antelación y no es fácil. También os hablaré de ella.

Algunas cosas que deberéis tener en cuenta:
- El vestido dentro de la basílica. Son muy estrictos. Nada de shorts ni minifaldas; y hombros cubiertos.
- Largas colas para entrar en la basílica en horas punta desde que han puesto controles con detectores de metales. Si uno puede, es mejor hacer la visita fuera de hora punta, después de la 1 o una y media.
- Los miércoles de 10 a 11,30 son las audiencias generales con el Papa. Si va mucha gente, se tienen en la plaza, y la entrada a la basílica queda cortada. Los domingos a las 12 hay una breve alocución del Papa desde la ventana, antes del rezo del ángelus.

Acabo con una recomendación: si podéis hacerlo, acercaros a la basílica en más de una ocasión, a distintas horas del día. El espectáculo cambia por completo al atardecer, cuando falta poco para que cierren. Hay menos gente, y la atmósfera se vuelve nostálgica, casi triste. Se transforma en otro monumento. Y eso es todo por hoy.

lunes, 12 de mayo de 2008

Los horarios romanos

Lo primero que hay que tener en cuenta, para aprovechar bien cada jornada, son los horarios romanos. En Roma se funciona con la misma hora que en España, pero amanece antes que aquí, y la ciudad cobra antes su ritmo ordinario: tiendas, museos y monumentos abren una hora antes de lo que abrirían en España, y también cierran antes por la tarde. Por tanto, no hay más remedio que madrugar si uno quiere estrujar al máximo las jornadas. Para las 8 de la mañana conviene estar ya fuera del hotel y pateando.Otro dato muy importante: casi todas las iglesias cierran de 12:30 a 15:30. No importa que sean lugares muy visitados y que habitualmente pille en mitad de la jornada turística. Ellos cierran igual. Salvo las basílicas mayores (San Pedro, Letrán, Santa María y San Pablo), que tienen horario continuo.Así que conviene tener unas nociones básicas sobre horarios romanos para poder planificarse. Este es mi resumen básico, el mismo que hemos utilizado en la audioguía. Espero que os sirva:

miércoles, 7 de mayo de 2008

Destino Roma

Guardo bien grabadas en mi memoria algunas de las primeras impresiones que recibí en Roma: la Plaza de San Pedro, el Coliseo y la Fontana di Trevi causaron en mí un fuerte impacto. Era la misma sensación que había experimentado ante la fachada de la Catedral de Burgos, el acueducto de Segovia o las murallas de Ávila, por hablar de monumentos cercanos. Uno se queda sin habla, desbordado por lo que tiene ante sus ojos. Luego, he intentado reproducir la misma sensación al ver estos monumentos por segunda vez... pero ya nunca vuelve a ser lo mismo. La magia de ese primer encuentro, cuando un lugar te desborda y te domina de tal forma, se desvanece para siempre y sólo queda ya su recuerdo. En esta vida, hay una única oportunidad de ver el Coliseo por primera vez, y sólo una vez en la vida le es concedido al hombre entrar en la basílica de San Pedro por primera vez.

Los que viajaréis a la Ciudad Eterna por vez primera tenéis esa gran suerte. Desde este blog intentaré transmitiros toda mi experiencia en esa ciudad, fruto de viajes frecuentes y prolongados. Espero que os ayude a aprovechar al máximo vuestra estancia en Roma. Ya me contaréis si os sirven.